Paz y violencia en continua lucha
Artículo en conmemoración del Día Escolar por la No Violencia y la Paz - 30 de enero
¿Qué es la paz?
La paz no es un lugar, sino un estado y, por ello, es difícil definirla. Cuando tratamos de decir qué es la paz nos es más fácil explicarla por su negación, es decir, por lo que no es la paz: lo contrario de la guerra, de la violencia, de lo negativo… Pero, la paz tiene una definición que pocas veces se oye y, ninguna, se escucha: la paz es el sosiego y la transparencia del alma que descubre lo bueno y bello del ser humano y del mundo y lo comunica a los demás.
Esta definición de paz ha sido eliminada de nuestro saber porque hay quienes piensan que es una definición más utópica que realista o, también, más perteneciente a ciertas corrientes filosóficas y religiones que al estar universal de la humanidad; sin embargo, esta postura está muy lejos de la realidad y, por tanto, es equivocada. En el mundo nos encontramos a cada paso que damos motivos para estar tristes, asustados, escondidos… y no hace falta que haya guerra, pero no hay paz porque hay situaciones que alteran nuestro estado. No obstante, si supiéramos contemplar lo bueno y bello de la vida, sabríamos que la sombra existe porque hay una luz más fuerte. Buscando una imagen que explique esto podríamos decir que la paz es como cuando el sol está a mediodía sobre nosotros; somos todo luz, no existe sombra alguna. La paz es la ausencia de toda sombra en el mundo.
La violencia es el motor negativo que provoca que se frene la paz.
Sí, la paz puede compararse con un motor en continuo movimiento que puede ser detenido bruscamente por la violencia. Pero la violencia es el efecto de causas como la no aceptación. Guido, el padre judío de la película «La vida es bella», es capaz de descubrir y compartir lo bueno y bello de la vida por dos razones: se conoce a sí mismo y se acepta tal y como es y, la segunda, no desea nada más que bien para los demás. Cuando uno se acepta a sí mismo, no desea nada ajeno por envidia; no se cree ni menor ni mayor, ni peor ni mejor que nadie ni nada y, por tanto, es capaz de ofrecer lo que es y tiene a los demás y acoger lo que los demás y el mundo le ofrece. Por el contrario, cuando la persona está llena de complejos, negativas, rechazos… exige todo lo que los demás son y tienen y es incapaz de aceptar un ofrecimiento desinteresado.
Estas situaciones de sombra provocan violencia con uno mismo, violencia en la familia, violencia en las calles, violencia escolar, violencia laboral, violencia social, violencia mundial, violencia medioambiental, violencia… ¡Qué pena! ¡Cuántas violencias podemos enumerar para destruir una sola cosa: la paz!
Todos los tipos de violencia llevan a la pérdida de la paz y esta pérdida conlleva el sufrimiento de inocentes.
Pensemos en un tipo de violencia que pasa a ser terrorismo: la violencia de género. Ésta es un terror no sólo contra la mujer, sino también contra sus hijos y, por qué no, también contra la sociedad. ¡Todos somos responsables y todos somos también la solución! La mujer no es un objeto de decoración, no es un complemento, no es un alivio sexual… La mujer es un ser humano libre, completo, digno, competente, vivificante y vivificador que no está por debajo de nada ni nadie, sino que está al mismo nivel que todos los seres humanos y vivos -porque dentro de este tipo de violencia la mujer es tratada peor que a los animales-. La mujer es hija, esposa, madre, compañera, trabajadora… pero sobre todo es mujer, es persona con identidad y dignidad singular y única.
La paz, como hemos podido comprobar, existe por sí misma, pero tiene a muchos en su contra. Además, si recordamos el símil del sol a mediodía, el estado de paz dura un instante, todo lo demás es mantenerla o construirla.
¿Cómo mantenemos la paz? ¿Cómo construimos la paz?
El dominico belga, galardonado con el Premio Nobel de la Paz en 1958, fray Dominique Pire, OP -fundador de: la organización «El corazón de Europa en el servicio mundial» en ayuda de los refugiados de la II Guerra Mundial, la Universidad de la Paz y de la ONG «Islas de la paz»- decía: «la paz es admitir mutuamente nuestras contradicciones y armonizar nuestras diferencias en vez de tratar de suprimirlas o de exacerbarlas; el camino de la paz es escuchar primero, poner entre paréntesis lo que se es, lo que se piensa, para tratar de comprender el punto de vista del otro aun sin compartirlo.»
La paz es un regalo que hemos de mantener tan vivo como la vida misma, pues ésta es un don precioso que cada uno recibe y, aunque es corta, no se la podemos acortar a nadie (fr. Dominique Pire, OP).
Dani Martín:
¡Qué bonita la vida!
Que te mece con arte,
que te trata de usted
para luego arroparte
Te hace sentir valiente,
otras tantas don nadie
¡Qué bonita la vida!